jueves, 4 de junio de 2015

El tiempo no es el que decide


El tiempo no es el que decide cuanto nos vamos a demorar en llegar. 
Nada es de nadie, ni incluso nuestra vida nos pertenece. Lejos de todo este bastardo mundo debe existir un mundo mejor. El paraíso de los moribundos que divagan por la tierra sin esperanzas, sin prisa y sin calma. Equilibrando en el limbo, entre la vida y la muerte, aquí y allá, pero más de allá que de aquí. No sé a dónde voy, no sé a dónde ir; Quizá el tiempo me responda mis cuestiones, quizá en algún universo puedan existir más de tres soles. No sé lo que escribo, ni lo que voy a terminar de escribir, no sé qué hago aquí. Divagando en senderos muertos y sin aliento, con el suspiro de recuerdos que ya fallecieron. Divagando solo por el mundo, sin amor y sin calor, con el extenso frío que solo siente un alma inmortal cuando su existencia jamás va a terminar, con el frío inmenso que sienten los muertos cuando la vida les roba su último aliento. No sé a dónde voy, no sé a dónde ir; No sé si mis días sean de color gris. Sin camino y sin Dios, divagando con mi roto corazón; Heridas que no sanan y recuerdos que no mueren. Manzana verde, dulce y amarga, apetitosa pero venenosa. Muerte rápida y silencio eterno, el silencio que solo sabemos llevar los muertos. Porqué vivir es morir y morir es vivir, y no solo los que ya fallecieron están muertos, muchos hoy vivos estamos muertos en vida, sin ninguna salida, sin ninguna alternativa. Donde Dios no escucha los gritos, donde Dios no siente el frío de sus hijos, el lugar donde reposan los no elegidos, los nacidos para morir. Yo no quiero vivir así, pero quizá el tiempo es el que decida ello.  Porqué nadie muere contento, o porqué quizá al final nadie es feliz. Corriendo por nuestros sueños, llegando a metas lejanas, desperdiciando nuestra vida en cosas mundanas. Pero cada vez corriendo más lento, poco a poco muriendo, poco a poco sin aliento. No hay esperanzas para los que no encontraron el amor, no hay esperanzas para los  que sus sueños no logro, no hay esperanzas para el que nunca madrugo, o eso fue lo que este mundo me enseño. Vivir eternamente libre, sin ataduras y amarguras, vivir en libertad, libre de toda mundanidad, y morir libremente sin amarrarse acá, a este infierno, a esta inmortalidad.
Quizá el tiempo, si lo definirá.   


-Linda luna

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