viernes, 26 de junio de 2015

Apolínea

Ella levitaba sobre el asfalto mientras el suelo caía, rendidos a sus pies.
Roca sobre otra, el esplendor de su grandeza, la iluminación de su pureza.
Sus ojos era un par de soles, y en su cuerpo una constelación.
El viento acicalaba su cabello, y las nubes la llevaban a las lunas de Saturno.
Era la majestad entre el bien y el mal, el ocaso del sol.
Infructuoso y devorador el mundo ante la solemnidad de su espíritu.
El amor y el odio conjuraban en uno solo, sus besos el descanso eterno.
Ni la muerta se atrevía a rosar su hilo de vida, es inmortal.
Y efímero es una palabra perenne en su corazón.
No puedes salvar a las personas, solo puedes amarlas.

-Linda Luna

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