Había amado o había deseado, no era lo mismo, era diferente.
Aquella chica, resultaba un misterio más; era hermosa y pálida, blanca cómo la nieve y roja cómo la sangre (Una de mis mayores atracciones)... Pero la atracción física cualquiera la podía tener, pero estando tan lejos no explicaba mis "¿Por qué?" aquella mujer causaba una extraña sensación en mi piel. Quizá, tan sólo quizá, podría resultar siendo una atracción fatal, y quizá, tan sólo quizá, no era yo tan cobarde para asumir tal riesgo.
Naufragarme bajo su piel y entrelazar los dedos, unir nuestros cuerpo por un breve momento, mientras poco a poco nuestras almas encajaban; vaya vaya, cómo soñaba, alucinaba, me drogaba. Sensual y decaída, la pequeña sonrisa de una niña atrevida, una mirada pícara y escondida, un sol decayendo que alumbraba con su luna en la oscuridad. Cualquiera podía afirmar que era perfecta, pero ciertamente no era perfecta, pero, ¿Cómo un desconocido puede afirmar con tanta seguridad ante un alma que no puede observar? ... Ni yo lo sé, sólo quería enamorarme un poco de sus errores, de sus dolores, y de sus cosas vergonzosas, esas, las que ponían rojos sus cachetes al contar. Podía convertir a cualquier mujer mi musa de poesía, pero pocas causaban esta sensación en mí, de misterio y pasión, que me causaban un efímero dolor y amor, por algo que no había sentido o visto hasta el día de hoy. Pero, me tomo el atrevimiento de decirle un pequeño, dulce y sutil "Te quiero", por privilegiarme e inspirarme esta tarde, oscura, porque las noches no existen sin luna y la poesía jamás existirá sin vos...
He amado y he deseado, pero por una mujer cómo vos, ¡Jamás había alucinado!
- Linda Luna
No hay comentarios:
Publicar un comentario