Misterios guardaban su boca cerrada y su recóndita mirada.
Tenía el don de volar, de navegar...
Tenía el don de causarme esa sensación, esa, que acelera mi corazón.
Libre, como el viento.
Vuela, por los cielos.
Sonríe y calla, triste para ellos.
Ángeles que caen como hojas, desean besar su boca.
Dulce y misteriosa, fuerte y loca.
Tenía la capacidad de hacerme olvidar que entre los dos existía alguien más.
¿Acaso no sabés, mujer?
Vuelas, entre el van y ven.
¿Acaso no sabés, mujer?
Que te quiero querer
¿Acaso no sabés, mujer?
En tus ojos me puedo perder.
Ella sonríe, fuerte y corto, está loca.
Loco, por besarle y cerrarle su boca.
Está loca, preciosa, hermosa.
No sé nada de ti, no sabes nada de mí.
Somos dos locos desconocidos que se han conocido.
En una noche fría, te logré hacer mía, sólo en esta poesía.
Estás tan cerca de mí y yo tan lejos de ti...
Entonces dime, mujer, ¿Qué castigo debe pagar un mortal para poderte amar y decirte con firmeza, que me encantas con certeza?
Tan sólo soy un desconocido al que has conocido, en una noche fría, mi corazón late mientras te escribe esta poesía.
- Linda Luna
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